No se oyen más que loas y alabanzas en estas semanas, tras las actuaciones del tenor Edgardo Rocha en Salzburgo (con la maravillosa Cecilia Bartoli y la régie del extraordinario Rolando Villazón), Viena, Múnich…El público y la crítica se sienten fascinados por su voz y su actuación. Y se avecinan más debuts y estrenos en otros varios e importantes escenarios de Europa y Estados Unidos: paseará a su Elvino de La sonnambula por Niza y Düsseldorf; a su Roberto Leicester de Maria Stuarda por Ginebra; y a Gérald de Lakmé por Zúrich. En fin, este es un año que promete mucho para este artista que encanta a las plateas a los pocos segundos de aparecer en escena. Edgardo Rocha ha encontrado tiempo entre función y función para responder muy deferentemente desde Salzburgo a las preguntas de Mundoclasico.com. Estas son respuestas exclusivas:
Juan Carlos Tellechea: ¿Qué tiene de particular este nuevo reencuentro con Salzburgo, después de Viena y siempre con Rossini? ¿Fue un sueño alguna vez el papel de príncipe en La Cenicienta y con Cecilia Bartoli? ¿Cómo ha sido el trabajo con ella?
Edgardo Rocha: Salzburgo es el festival más importante de Europa. Poder estar en cartel y compartir escenario con nombres como el de Bartoli, D’arcangelo y Corbelli es realmente un regalo. Barbiere no se escuchaba en Salzburgo desde la década del 70. Volver con una producción de Villazón, dinámica y divertida es realmente un orgullo para mi. Trabajar con Cecilia es siempre un aprendizaje y un gran placer. Además de una gran artista es también una persona y colega encantadora. Logra potenciar y sacar el máximo de la prestación artística de cada uno. Es como una gran familia que trabaja en función del bien del espectáculo.
La vida cultural está volviendo. ¿Qué lecciones ha dejado la pandemia?
Creo que disfrutar más. Cuando te quitan lo que realmente amas hacer, te das cuenta que no puedes vivir sin ello. Ahora disfruto mucho de los ensayos y de compartir momentos con los colegas y con el público, disfrutando al máximo lo que hago y como lo hago…creo que es lo que realmente cuenta…
Usted decidió un buen día dejar de estudiar piano, tenía la idea de convertirse alguna vez en director de orquesta, pero finalmente se decidió por el canto ¿Formó aquel crucial cambio sus aspiraciones profesionales? ¿Se imagina usted batuta en mano al frente de una orquesta algún día (en un futuro quizás todavía lejano e inimaginable)?
Creo que las cosas se dan por algo. Descubrí que podía cantar y que el instrumento lo podía comandar yo y solo yo. No niego que me guste mucho la dirección y quien sabe algún día podré subir a un podio… pero no es mi objetivo por ahora. Quiero dar y comunicar lo máximo que pueda a través de mi voz. Espero poder hacerlo hasta que mi cuerpo lo permita. Luego la vida dirá…
¿Cómo ve usted el género de la ópera en estos momentos?
Creo que estamos en un momento de renovación. Es muy difícil competir con la música digital. Hoy en día tenemos el mundo a portada de mano y cada vez más, todo es más fácil y cómodo tenerlo en el móvil o en la tablet. Ya es raro escuchar radio o encontrar un reproductor de DVD. La ópera es algo que se consume en vivo. Y para eso necesitamos bajar la velocidad a la que vamos hoy en día, y concedernos un momento de disfrute sin tener el móvil en la mano. Lamentablemente estamos etiquetados como un género para pocos y selectos. La ópera es para todos sin rango de edades o clases sociales. Mi deber como cantante lírico es transmitir que la ópera es popular y no solo de un sector.
¿Qué relación tiene hoy con su voz?
Con el pasar del tiempo nos vamos entendiendo. Como un matrimonio. Con respeto, tolerancia y paciencia. Entiendo qué cosas me cuestan más, qué roles podrían ser los justos y cuáles debo probar o no. Hoy en día logro poner la voz al servicio de la música, cosa que hace unos años no era posible por la inmadurez técnica. Una seguridad técnica permite que el cantante pueda hacer arte y proponga su propia pincelada artística por así llamarla. Darse el valor justo y respetar lo que hacemos son la clave para construir una carrera.
¿Se siente usted más a gusto con la voz de su cabeza o con la de sus grabaciones?
La gran angustia del cantante es no poder escuchar su voz verdadera. Físicamente escuchamos una mezcla entre lo que oímos con nuestro oído y lo que escuchamos internamente como resonancia. Esto no deja de ser una realidad distorsionada. Creo que a nadie le gusta escucharse en grabaciones, yo soy uno de esos. De todas maneras, trato de escuchar lo que propuse musicalmente en ese momento… no tanto la voz sino lo que transmite o no transmite. Al final si la voz es linda, redonda, abierta o fea, lo que importa es que transmita y comunique lo que el artista propone o intenta manifestar.
¿Cree usted que la gente aprecia simplemente la voz que es capaz de contar realmente historias detrás del papel?
Absolutamente si… el arte es subjetivo… cada persona tiene una perspectiva de la vida en general y cada uno de nosotros tiene un bagaje de emociones y modos de ser que nos hacen receptivos o no a ciertos estímulos. Si la voz es expresiva lo demás sobra. Si yo realmente siento lo que canto y lo que digo, vivo la situación con sinceridad y sin efectos, el magnetismo se crea. Esa conexión que se da por momentos en un espectáculo. Cuando el público y el artista conectan de manera tal que parece que el tiempo se detuviera. La música es capaz de crear imágenes que quizás no son las mismas entre quien las comunica y quien las recibe, pero sí logran conectar con la misma emoción.
¿Cuáles serán sus próximos (y esperados) debuts y qué tienen de especial cada uno de ellos?
Debuto La sonnambula de Bellini ahora en octubre que abre camino a un repertorio más romántico y de canto libre. Estaré cantando Leicester en María Stuarda de Donizetti que estimulará la parte más heroica de mi voz y por último el rol de Gerard en Lakmé, un rol más en francés que es un idioma que muestra un abanico de colores y matices dentro de mi canto.
¿Qué experiencia tiene con las puestas en escena de los directores modernos, que constantemente quieren actualizar obras centenarias?
Estoy totalmente a favor de las puestas modernas siempre y cuando tengan sentido y respeten el libreto. Como decía antes la ópera está encartonada y con mucho polvo. Es nuestro deber como artistas seguir transmitiendo esta música y este género tan hermoso y con ello acercarlo a la época nuestra. Generar espacios donde el público se identifique con lo que ve y escucha. Me encantan las puestas tradicionales y conservadoras pero no podemos olvidar que hay que renovar para trascender. El arte en general siempre ha mutado. Creo que la ópera también debe mutar para poder sobrevivir. Creo que la clave está en cómo la presentamos y como la comunicamos…por ejemplo las puestas en escena.
¿Se siente usted también conectado a la música contemporánea?
Nunca he cantado algo contemporáneo y no es un estilo que consumo. De todas maneras no sería contrario si se me propusiera un título moderno o una ópera inédita si el personaje y la música son interesantes.
¿Pensó usted en algún proyecto social y cultural para promover a jóvenes artistas de Uruguay (o de Rivera concretamente)?
Desde 2006 he creado junto a dos colegas una fundación para jóvenes cantantes en Uruguay. Se llama Ópera Joven y la estamos potenciando para transformarla en Festival. En Uruguay es muy difícil formarse como cantante ya que no hay escenarios experimentales para poder ejercitarse. Nosotros como fundación ofrecemos formación a través de una ópera studio todos los años y un título de ópera con orquesta y un concierto donde solo jóvenes vocacionales uruguayos pueden participar. Como uruguayo y habiéndome formado en parte en Uruguay, siento la necesidad de aportar mi granito de arena para ayudar a estos jóvenes cantantes.
¿Le pasó algo curioso, inusual o humorístico en los últimos días o semanas que quiera compartir con nuestros lectores?
Algo curioso y enriquecedor fue mi encuentro con Plácido Domingo en Viena en el mes de julio. Fue emocionante verlo entre bambalinas. Plácido estaba nervioso y emocionado y yo no podía creer como él, con sus casi 60 años de carrera pudiera aún ponerse nervioso. Conecté con el ser humano que es y con lo que significa para él la música. A pesar de su larguísima experiencia y años de escenario, ese día estaba nervioso como si fuera el primer día. Es un gran mensaje de respeto para con lo que se hace y para con el público. Un gran artista al cual miraba desde abajo y que después de esta experiencia lo he logrado mirar a los ojos.
Juan Carlos Tellechea
Entrevista Original
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